lunes, 30 de diciembre de 2019

Egipto II, Lúxor

El crucero es un atractivo más del viaje porque atraviesas paisajes de cuento durante todo el Valle del Nilo: tras la franja fértil y verde siempre detrás, inexorablemente,  el desierto. La fecha es la idónea para venir por aquí, no hay mosquitos,  no hace calor y el "frío" de diciembre es bastante llevadero: por las mañanas la temperaturas son bajas, pero a medida que avanza el día acabas en mangas cortas. Además en el barco estás a salvo de los vendedores. Bueno, no del todo. A veces nos abordan (literalmente) con unas barcas que se acercan al barco en plena navegación y se enganchan con unas cuerdas de tender la ropa.


Una vez enganchados empiezan a sacar sus toallas y sus manteles y a llamar a "Maricarmen" de manera insistente, hasta que cualquier maricarmen asoma la cabeza para curiosear y le lanzan, enrollada, la mercancía. La maricarmen se ve con un mantel en la mano que no había pedido e intenta devolverlo. "No, pero ábrelo", le gritan . "Que no lo quiero", "da igual, pero ábrelo". Y maricarmen, que ya está rodeada de todo el mundo que había en cubierta, lo abre. Y otra maricarmen pregunta que por cuánto. Y cuando haces esa pregunta ya no hay vuelta atrás. Maricarmen va a comprar un mantel sí o sí.

Ya no te asustas tanto como el día anterior cuando te vuelve a despertar la llamada a la oración desde todos los minaretes de Lúxor porque resulta que tu alarma ha sonado unos minutos antes. El día viene cargadito y te tienes que levantar de noche, que para eso estás en la antigua Tebas, la capital de los faraones cuando la civilización egipcia estaba en su máximo esplendor. Así que abre bien los ojos que empieza el desfile de interjecciones ante tanta monumentalidad.

A pocos kms de Lúxor encontramos en una colina con forma piramidal (pura obsesión lo de estas gentes con las pirámides) el Valle de los Reyes, la necrópolis más famosa de la antigüedad que seguramente no recuerdes de tus horas de estudio sino de Indiana Jones. Aquí se inventó las estaciones de metro pero sin metro: pasillos y túneles de considerables dimensiones bajo la roca que conducían a la tumba de un faraón con todo su ajuar funerario que incluía tesoros incalculables. ¿Si te entierran con tesoros incalculables no pretenderás que los ladrones respeten tu tumba, verdad, Ramses IV? Pues eso, todas saqueadas. Todas, menos una: la de un faraón que murió a los 19, es decir un niñato que no hizo nada relevante en su vida, pero que saltó a la fama porque su tumba fue la única que no encontraron los ladrones. Sí, acertaste: la Tumba de Tutamkamón. Tan siquiera fue mérito suyo el que no la encontraran sino de Ramses II por poner la suya por encima y proteger así la que estaba más profunda, que no era ni de lejos ni la más lujosa ni la más grande. El tesoro de esta tumba se encuentra en el Museo de El Cairo, asi que tendrás que esperar un par de días o unos cuantos de párrafos, dependiendo del sujeto de esta oración.

Por detrás de la colina del Valle de los Reyes encontramos otro de los imprescindibles: el Templo de Hatshepsut, muy diferente a todo lo visto hasta ahora, quizá porque Hatshepsut fue la única Reina que gobernó en solitario y eso dejó su impronta en esta especial arquitectura que recuerda a edificaciones muy posteriores de griegos y romanos. Si el conductor se empeña en que te sientes con él en la cabina del trenecito que te lleva hasta la entrada al templo te invitará a poner una mano encima del volante (pura adrenalina, debe pensar) y te pedirá un euro por esa experiencia tan extraordinaria (horas antes un señor te apunta con una linterna una figura de las miles que había en un grabado, porque sí, y también quiere su euro por tal heroicidad; también te lo piden si te dicen que "cuidado con la cabeza" al entrar en una faluca; o por decirte que salgas por tal puerta cuando no hay otra opción que esa puerta).

La visita al Palacio y, sobre todo, al Valle de los Reyes te ha dejado completamente extasiado, pero te imaginas cómo debe ser este secarral polvoriento en verano cuando, según nuestro guía, no es excepcional alcanzar los 45 grados, y supones la dificultad que entraña para la egiptomanía distinguir entre momias de faraones y cadáveres de turistas. Pero mejor no pienses en dramas y disfruta el espectáculo de unos artesanos del alabastro haciendo de teleñecos: mientras el vendedor principal explica las virtudes del alabastro ellos intervienen  y, al unísono, completan las frases del vendedor  y dan sonido a las interjecciones. Inolvidable espectáculo, por lo surrealista.

De vuelta al barco aún te queda una parada para maravillarte: Los Colosos de Memnón, unas gigantescas estatuas de 18 metros en mitad del campo que si estuvieran en cualquier otro sitio serían el icono de cualquier país pero que en Egipto solo merecen, según nuestro guía, una parada de unos minutos para echar unas fotos.

El Templo de Lúxor está en mitad de la ciudad, es realmente impresionante pero los calificativos ya se te están acabando así que paseas atontecido entre sus columnas, sus estatuas, sus esfinges, sus obeliscos...bueno, en singular, que uno de los que flanqueaban la entrada se lo regalaron a Francia y ahora está en la parisina Plaza de la Concordia. Francia, por cumplir,  le regaló a los egipcios un reloj que jamás funcionó, eso te lo cuento para que no te sientas tan mal cuando regales una mierda a alguien que te regaló un tesoro.

Unido por la Avenida de las Esfinges, una fila kilométrica de esfinges, encontramos el templo más grande de Egipto, el Templo de Karnak. Yo ya tengo un lío entre dioses, reinas y faraones que ya no sé quién es quién, así que mejor te voy a contar que hay un sitio en el templo que representa al Escarabajo Sagrado, el amuleto egipcio plasmado en todo tipo de souvenir. Si das vuelta a su alrededor te da suerte. Con cada vuelta la suerte va creciendo, depende de las vueltas que des obtendrás un bono para tener  dinero, para tener poder, para quedarte embarazada, para que gane el Atletic...está súper demostrado científicamente. Por eso, tras un día extenuante, gentes de todas las razas (destacando chinos) se ponen a dar vueltas alrededor de la estatua que para eso somos seres racionales y lógicos. No les eché una foto, pero os los podéis imaginar: ahí con sus Ipad y sus smartphones, en pleno siglo XXI, todos los guiris, cada cual con su religión verdadera, incluso una de Tarragona con un esguince del copón, todos, todos dando vueltas alrededor de un escarabajo sagrado. En fin...

Forman parte de este viaje: 

Egipto I, Aswan, Kom Ombo, Iduf
Egipto II, Lúxor.
Egipto III, El Cairo

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