viernes, 30 de agosto de 2019

Montenegro-Albania-Croacia

Kotor (Montenegro).  Vuelves a Croacia porque hace dos años te faltó Dubrovnik, y además te sobraron algunas Kunas que encontraste en un cajón y había que gastarlas y porque, qué leches, es la manera más barata de acceder a Montenegro. Así que, de momento, Dubrovnik lo ves desde el avión (que para eso fuiste muy listo en elegir ventanilla izquierda) y desde el Platanus (bus que une el aeropuerto con la ciudad). Si en el Platanus no aceptan tus Kunas pon cara de superindignado a la taquillera y luego sonríe y pon cara de tontito cuando te diga que eso que traes no son Kunas croatas sino Coronas Noruegas. Solo hay tiempo para llegar a la estación y pillar un bus dirección a Kotor,. Te sales de la UE, abandonas tu tarifa de móvil gratuita, así que apaga datos que entras en Montenegro. Y prepara paciencia para el control de salida de Croacia. Qué cansino es esto de las fronteras.


Ponte al lado derecho del bus y pasarás el trayecto atontaito con la nariz pegada a la ventanilla alucinando con el desparrame de postales que te ofrece el Adriático y las montañas. Y así, sin avisar, el bus se mete en una barcaza que atraviesa al otro lado de las Bocas de Kotor. Sin desperdicio el viaje, majestuoso.

Y ya estás en Kotor, la joya del turismo de Montenegro. Es Dubrovnik versión montenegrina, pero sin montenegrinos. Los precios son más de Holanda que de los Balcanes. Una pinta (elemento que hemos escogido en este blog para comparar precios) 5 euritos, el alojamiento en la ciudad antigua ni te cuento. Así que aquí, montenegrinos ni uno.

Kotor es como de cartón-piedra, tan arregladito, tan inmaculado, tan impecable que no sería de extrañar que pusieran una montaña rusa y lo convirtieran en parque de atracciones. Lo que no te cuadra es tanto gato callejero, y tanto gato en los magnetos, en las camisetas y en todos los kit básicos de souvenir. Ya cuando te enteras de que Kotor significa "gato" te empieza a cuadrar.


No te vayas de Kotor sin hacer la subida al castillo. Aunque abren a las 8AM no pasa nada si te ves por allí a las 7 porque amanece tempranísimo, no hay nadie que te prohíba pasar, y el bus hacia Podgorica sale a las 9:30, así que tira que te vas a la capi montenegrina:  Pogdorica.

Podgorica (Montenegro). El trayecto es, de nuevo, alucinante, atraviesas los Alpes Dináricos preguntándote donde le queda espacio a esta gente para plantar tomates o melocotoneros si solo hay monte. Previstas tres horas para ver Podgorica antes de que salga el bus para Albania. Llegas a Pogdorica y vaya birria de sitio, menos mal que el bus ha llegado con dos horas de retraso y no te vas a mover de la estación. Entras, preguntas desde qué andén sale el bus a Tirana, intentas salir de nuevo a los andenes y te cobran 2€. Porque sí. Y luego las risas, claro. Da la sensación de que buscan exprimir al turista como sea, y soy consciente de que esta gente lo ha pasado fatal con la guerra y que posiblemente eso les haya marcado la infancia y su carácter, pero tendrán superarlo, digo yo, y aprender a sonreír un poco, ¿no?

Tirana (Albania). Te montas en un bus albanés con destino a Albania. A los cinco minutos estamos parados porque se ha sobrecalentado, luego otra vez, luego la frontera...6 horas para 170 kms. Y no, los albaneses, de momento, de sonreír tampoco van sobrados, pero creo seriamente que no es la nacionalidad sino la profesión. En cada parada el conductor riñe con alguien como para quererse matar, y, aunque simpático no es, tiene otras destrezas muy chulas como conducir con el codo derecho porque su mano sujeta el móvil contra la oreja y con el otro brazo gesticula como si quisiera matar también a su interlocutor teléfonico. Mientras tanto, lo único que te hace sentir un poco en contacto con la realidad occidental es el reggeaton en español que lleva puesto todo el camino.

 Llegas a Tirana (con dos horas de retraso, por supuesto). A veces los datos macroeconómicos de un país no cuadran con la primera sensación al recorrer sus calles. Y te encuentras con una ciudad salpicada de bares y restaurantes llenos de albaneses y con mucha mejor pinta que la de tus prejuicios anticipaban.

A un minuto del Hotel Livia te encuentras con lo más destacable de la ciudad: la Plaza de Skanderberg, que no es una cerveza del Lidl sino el héroe nacional que impidió la entrada de los otonomanos en el S.XV, de poco le sirvió porque en cuanto murió entraron los turcos y se quedaron hasta principios del siglo XX. Bueno sí, le sirvió para que le hicieran una estatua.

En la Plaza, aparte de ver a Skanderberg en su caballo, se encuentra el Museo de Historia Nacional y el Teattro de la ópera. También la mezquita de Et'hem, que a veces está en obras y no la puedes ver pero que cuando tú vengas seguro que el chaperón está acabado. No tiene mucho que ver Tirana si lo que buscas son grandiosos monumentos, pero si disfrutas paseando por sus calles, por sus plazas y por sus mercados bebiendo cervecita barata (150 lek una pinta, 1,20€) y disfrutando de la autenticidad de una capital sin turistas, Tirana está bien chulo.

Berat (Albania). Si no distingues entre el albano-kosovar y el serbo-croata tampoco te fustigues mucho, a mí me pasa igual. Y como el taxista que nos lleva a la estación de autobuses solo chapurrea italiano le puedes hablar en español con acento italiano y verás qué bien os entendéis. Hoy nos vamos a Durres. Bueno...a lo mejor.

Llegas a la estación de bus (por llamar de alguna manera un parking polvoriento con furgonetas y autocares) y te ofrecen Berat. Y como nos suena y hace mucho calor cambiamos de planes. Dos horas dirección sur y ya estamos en Berat, ciudad Patrimonio de la Humanidad con 35º a la sombra y una fortaleza en la cima de un monte al que tienes que subir porque si no para qué has venido y todas esas cosas con las que te fustiga tu conciencia.
Berat se divide en tres barrios: el de Gorica (cristiano), de Mangalem (musulmán) y el de Kajala que es con el que más vas a sudar para subir a la ciudadela.

 Quitando los 35 grados, ha sido un acierto (casi involuntario) prescindir de Durres, ciudad portuaria que no parece nada interesante, al menos desde el bus. Por cierto, a Berat se la conoce como ciudad de las ventanas, lo digo por si tienes una fábrica de limpiacristales.

Kruja (Albania). Moverte en Albania por tu cuenta no es tan sencillo como tú te imaginas. Según tu destino tendrás que ir a una u otra estación de autobuses  en la que no encontrarás paneles ni información, ni andenes, solo una especie de recinto caótico, y preguntes por lo que preguntes tu autobús tardará mucho en salir pero tu interlocutor siempre estará dispuesto a llevarte en coche pagando 10 veces más. Nos han ofrecido llevarnos a Kruja por 30€ (30 kms, que traducido al albano es hora y media), en un minibús de línea nos ha costado 2'5. Además cuenta con que salir a carretera es salir a la aventura. A mitad del camino al conductor se le hace pesado ir en caravana así que ataja por un camino de tierra y grandes socavones y la excursión a Kruja se convierte en safari.

El pueblo está muy chulo, al castillo se accede por un mercado que te traslada a otros continentes, aunque desde que entraste en Albania tengas esa impresión. El castillo está totalmente restaurado y alberga el Museo de Skanderberg porque resulta que el tipo era Krujano (o como se diga) y entre eso y que Kruja fue la primera capital, da como resultado  que Kruja sea centro de peregrinación para albaneses de todo el país.

Tirana-Shkodra (Albania). De vuelta a Montenegro elegimos hacer parada y noche en Ulcinj, y con eso te evitas Pogdorica y descubres la ruta sur que bordea el lago de Shkodre, ciudad albana que le da nombre a este inmenso lago que comparten los dos países. Fácil, llegas a Shkodre, ves la ciudad durante dos horas y pillas el bus a Ulcinj. Eso era lo previsto...pero: llegas a Shkodre con considerable retraso, pierdes el bus a Ulcinj, te metes precipitadamente en un bus a Budva  (una vez dentro, nadie sabe quién y porqué ha tomado esa decisión) y repites la ruta de Pogdorica. Otra vez por los Alpes Dináricos sin quitar la nariz de la ventanilla del bus, otra vez el reggaeton hispano en la radio...pero esta vez, tipo listo, no entras en la estación y te ahorras los dos euros que te costaría salir.

Budva (Montenegro). No te preocupes que a veces con errores se acierta. Imagina, si puedes, las calas de Ibiza y la monumentalidad de Kotor, y añade un ambiente de terrazas interminables por todo su paseo marítimo...y con precio asequible. Si puedes evita el Hotel Kangoroo que huele fatal. El bañito en el Adriático que no falte, y se te pasa tan rápido el día en Budva que lo pones en tu punto de mira por si vuelves por aquí antes de que esto se llene definitivamente de turistas y cruceros (ya casi lo está). Como te da tanta pena abandonar Montenegro lo haces muy lentamente: tres horas en la frontera. Ya has vuelto a la UE, estás en Croacia, conecta los datos.


Dubrovnik (Croacia). Aunque fue el primer punto del viaje, es ahora cuanto vas a tener más tiempo de pasear por sus calles y darte un bañito en las transparentes aguas que bañan sus murallas. Y qué pena que pasaras totalmente de Juego de Tronos, porque aquí hubieras disfrutado mucho más si supieras interpretar todo el merchandising sobre la serie.


La ciudad es realmente impresionante, los precios también. Nos habían dicho que la mejor hora para pasear por la ciudad es por la tarde cuando se van los cruceros, pues no te creas mucho: la ciudad está petada mañana y tarde, tanto que hay calles divididas por la mitad por una cinta para que los que viene circulen por un lado y los que van por el otro, y con eso evitas que las masas se estrellen. Así que si no puedes con tu enemigo únete a él: ponte las bermudas, la gorra, y a hacer colas, a hacer fotos, y a hacer bulto.

Si echas cuenta una noche en un hotel de Dubrovnik sin desayuno te cuesta casi lo mismo que el de Tirana por cuatro noches y con buffet incluido, así que desde la monumentalidad de Dubrovnik y sus Juegos de Tronos y su puta madre empiezas a echar un poquito de menos la humildad y la autenticidad de Albania. No me extrañaría volverme a ver por allí algún día, ¿que no?




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