sábado, 27 de agosto de 2016

Praga

Podría empezar con lo de la Ciudad de las 100 Torres y tal, pero eso está muy manido así que, como nunca habrás estado (ni estarás), en la sala VIP de un aeropuerto voy a empezar por aquí. Una sala VIP es aquel sitio donde la gente no se atiborra a comer ni beber aunque haya barra libre, tampoco se hacen fotos como si fuera algo exótico, ni es sitio para surtirse de sobrecitos de Colacao para una semana.  Ahora te preguntarás qué hago yo ahí rompiendo esquemas. Pues eso, tú lo has dicho. Ya otro día te cuento como me convertí en Very Important Person, ahora vete a embarcar y regresa a tu mundo atravesando pasillos de gente corriente que chillan y ríen y pagan por sus refrescos.


Si al llegar a Praga pillas el AirPort Express (AE) te dejará a las puertas de tu casa, eso si fuiste list@ y te alojas en Namésti Republiky, si eres como sueles ser apáñatelas tu solito. Como estás en pleno centro y tienes varios días por delante puedes diseccionar la ciudad por zonas al mismo tiempo que diseccionas un Tldo, dulce omnipresente que es como la fusión entre los crêpes y las perrunillas, pero cocido a la leña.

 La primera zona Josefov, el Barrio Judío. Mientras encuentras la sinagoga española ya he encontrado yo la modernista Casa Municipal al lado de la Torre de la Pólvora por lo que ya pasas a la segunda zona: Staré Mēsto, la Ciudad Vieja.


 Camino de la plaza te encontrarás varios tours, la mayoría gratuitos: aunque no veas ni una sola nube verás muchos paraguas, varios con la banderita española, pero ya que estás aquí prueba con los white umbrellas que vas a practicar inglés. 

Y si te toca un guía australiano intenta disimular durante tres horas que te estás enterando. Cada paragüas es seguido por su rebaño. A veces cuando se juntan varios rebaños en las estrechas callejuelas la cosa se complica, y ya ni te cuento cuando la transhumancia desemboca bajo el famoso Reloj Astronómico de Praga en la Torre del Ayuntamiento: si, por un decir, al concejal de festejos se le ocurriera en este instante soltar una vaquilla la estampida sería letal de necesidad.

Para evitar que ese potencial riesgo te aplaste entra en la Torre que sé que te gustan las alturas. El edificio fue parcialmente destruido en la II Guerra Mundial, la reconstrucción es fiel por fuera, por dentro te vas a encontrar hasta semáforos que regulan el subir y el bajar por la sinuosa escalera de caracol de la parte superior. Mejor perspectiva que ésta para echarle una foto Nuestra Sra. de Tyn no vas a tener. 
Entre miles de tiendas de souvenir y cambio de divisas llegarás al Puente de Carlos, el más famoso de Praga, con estatuas milagrosas que si les besas los pies te conceden un deseo...como la Lámpara de Aladino. Si cruzas el Moldava ya estás en Malá Straná, que merece párrafo aparte, así que en éste te vas a enterar de que nunca fue buena idea cambiar divisas en el aeropuerto, en mi caso cambié solo 20€ para tener algo de dinero al llegar, pero en tu caso podrías cambiarlo todo (porque tú eres asíí) y te encontrarías que cada 10 metros hay una casa de cambios a un precio mucho mejor que en Barajas (evita también Money Gram y Western  Union, las comisiones no están mal si tienes hipo porque te lo quita, si no lo tienes no te merece la pena).

En Malá Strana, la Ciudad Pequeña, no te quedes sin subir al Monte Petrīn, es una colina que puedes subir andando si quieres tardar varias horas o puedes subir en funicular. Como sé que has elegido funicular no se te ocurra bajarte en la primera parada porque verías que el aparato sigue subiendo mientras tú ahí, con cara de tonto. Venga, espera al siguiente y p'arriba. "Hala, la Torre Eiffel", pues no vas desencaminado. La Torre Petrīn se construyó dos años más tarde que la de París, y guarda bastante parecido, y si a sus 60 metros le sumamos los de la colina puedes ver Praga como Montmatre desde la de París. 
Y si te parece te vas de Praga sin visitar Hradčani, el Barrio del Castillo, el más antiguo de la ciudad.

Aquí se comenzó a cocinar Praga allá por el S.IX. El famoso Castillo de Praga no es un castillo sino una enorme ciudadela repleta de conventos y palacios, además del castillo y la catedral. Puedes subir en tranvía, te evitarás un buen sofoco pero también te perderás muchas cosas por el camino, así que no me seas vago.

 La ciudadela es tan grande que los tickets lo venden para dos días, así que vete arrepintiendo por no haber subido en tranvía.



Si aún conservas los pies date una vuelta por Nové Mēsto, la Ciudad Nueva. Bueno, nueva, nueva no es, que la fundó el Emperador Carlos en el S.XIV. Aquí te vas a encontrar con el Museo Nacional (tapado con andamios), la Ópera Estatal, la Casa Danzante y el impresionante edificio del Teatro Nacional. 


Y ya, si te quedan fuerzas, vuelve a Staré Mēsto a pasear al buen tuntún, o alquila una bici, o pasea en barco por el Moldava, o hazte un tour en un coche clásico... a cada paso te encontrarás múltiples oportunidades para gastar dinero en esta caja registradora que es Praga donde puedes elegir entre museos y galerías de todo tipo: de arte moderno, de cera, del barroco, eróticos, románticos, de Apple (sí, sí, pa los frikis), del chocolate, de la tortura medieval, de piezas de lego, del cristal (de Bohemia, claro), de la ocupación soviética, de Kafka (el de la foto) y, como no, el de la cerveza, al ladito de casa y el único gratis...pues me pido éste !



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