sábado, 30 de enero de 2016

Bratislava


 Ya supondrás que viajar a Centroeuropa a finales de enero requiere un poquito de abrigo, así que, unos días antes, miras la previsión meteorológica. Paradójicamente, más que dejarte frío te entra un sofoco repentino al ver los -23º que marca la previsión como mínima. Pero mucho más inquietantes los -11º que marca como máxima. Según se aproxima el día las previsiones van cambiando, y tú que ya te habías hecho a la idea de una nueva dimensión te defrauda un poco la desaparición de la borrasca que venía de Siberia.  Llegas a Eslovaquia con 5 graditos más que razonables.

Bratislava es una ciudad pequeñita y manejable, que no suele entrar en los circuitos masificados de las Ciudades Imperiales. Así que en la ciudad, al menos en enero, te la encuentras tal cual es, sin tener que evitar los palos de selfie de los turistas para que no te saquen un ojo . Además, quizás porque no se suele llegar con demasiadas pretensiones, la ciudad te sorprende muy gratamente.

El monumento más representativo de la ciudad es el Castillo de Bratislava, como se ve desde cualquier punto para qué te voy a contar cómo acceder a él. No te pongas tontito pensando qué autobús tienes que pillar, ves andando que aquí está todo a un paso. Y así, al buen tuntún, pasarás por la Plaza Lavne Namestie, por Puerta de San Miguel, y por la Catedral de San Martín. Y hala, en un día ya tienes vista buena parte de la ciudad.

Justo frente del Castillo aún un restaurante que hace de mirador al Danubio. Si no elegiste el eslovaco como segundo idioma haz lo que yo: señala un plato del menú y a ver qué pasa. Y pasa lo de siempre, que te arrepientes. En la foto parece rico, en la boca tocinaco salado y grasiento. Deja de quejarte y disfruta de la panorámica de lujo que te ofrece el mirador, además, y pese a que el sitio parece de lo más pijo, la cuenta es bastante asequible.

Al otro lado del Danubio aparece un platillo volante encima de la torre del puente que cruza el río, es el Novy Most. Seis euritos y ya estás a 98 metros de altura tomándote una pinta y disfrutando de las mejores vistas de la ciudad.

Como parece que ya vas cansadín, tira para el Slovak Pub, comida típica y buen ambiente...es parecido a una cervecería irlandesa pero a precios de tu pueblo.

Ya te estoy viendo camino del Palacio Grassalkovich, que es la residencia oficial del Presidente de la República. No tienes ni cita ni nada así que no pienses que vas a entrar. Lo ves por fuera y te pillas el bus que va hasta el Monte Kamzik, un lugar de recreo dominguero plan Casa de Campo. 

Baja en la parada de Koliba. Desde ahí sigue la señal que indica el telesillas que te subirá a la Torre de TV. Espero que no te importe, vas a caminar un poquito por el bosque. Pasa la torre de TV pero el telesillas que supuestamente te subía hasta aquí está aún más lejos. Si insistes, al final llegas. La chica que está a los mandos solo habla eslovaco, así que montas sin saber dónde vas. Bajas lo que habías subido andando pero por el otro lado de la montaña, llegas a ningún sitio y vuelves a subir. Cuando haces el guiri sin paliativos las risas son el único antídoto, así que a reír...y así no piensas en el balanceo de los asientos, ni en el crujir de los cables, ni en la rudimentaria seguridad del telesilla que nos transporta a ninguna parte en mitad de un bosque solitario.

Vuelves a la Torre de TV que te mostrará una nueva panorámica de la ciudad desde su restaurante. Eso sí, como no habías reservado, un camarero parece que te dice que p'abajo otra vez: el truco está en mirarle sin moverte, como si fueras tontito y no entendieras nada (quizá no tengas que esforzarte), y al final, por no llegar a mayores, te encuentran una mesa.

Baja a Koliba, pilla el bus, pasa otra vez por el Palacio Presidencial pero no te bajes hasta la última parada. Estás en el Memorial de Slavin, mausoleo en honor a los soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial. Que ni fú, ni fá, pero las vistas vuelven a ser chulas.

Y así a lo tonto, te acabas de recorrer la ciudad, entre ñoquis y empanadillas eslovacas, alguna cervecina o varias, sin agobios, sin desmanes económicos...en fin, que te ha parecido una ciudad bien chula para hacer una escapada, ¿qué más quieres?...Pues quiero ponerme en la parte derecha del avión, si puede ser en ventanilla, para disfrutar de un alucinante vuelo atravesando los Alpes en todo su esplendor de invierno. Pues eso, colofón.









3 comentarios:

  1. ¡Eeeeeeeeh, qué alegría encontrar que has vuelto a contarnos tus andanzas! Aunque parezca que no hay nadie al otro lado sigue haciéndolo, es un placer hacer un viaje inesperado de tu mano.
    Bss

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  2. ¡Eeeeeeeeh, qué alegría encontrar que has vuelto a contarnos tus andanzas! Aunque parezca que no hay nadie al otro lado sigue haciéndolo, es un placer hacer un viaje inesperado de tu mano.
    Bss

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    1. Eeeh Anita, qué bueno que viniste! Recuerdo cuando el blog era el único medio de comunicarse conmigo cuando andaba por ahí, ahora es poner un pie en el aeropuerto y alguien me envía un whatsapp de la trayectoria que ha llevado mi vuelo...pues eso, que no es lo mismo, así que en viajes cortos la crónica la hago en diferido. La pena es que los que leen el post solo me leen a mí cuando lo realmente divertido era leer vuestros comentarios, los más participativos eráis como un grupo de desconocidos que viajabais juntos desde el sofá. En fin, que, aunque descafeinado, el blog sigue guardando mis recuerdos, para mí y para quien se quiera pasar. Gracias por tu emoticono. Bss.

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