
Y como esta vez hago la crónica en riguroso diferido supongo pasará desapercibida para los viajeros virtuales que a veces me acompañan y, también, para el resto del mundo que ignora mi existencia y viven tan anchos y tan panchos sin ningún tipo de remordimiento; de lo que deduzco que este post no será muy leído, pero aquí quede para mis recuerdos.




Ya que es Carnaval te cruzas con una estampa que lo atestigua y te hacen un numerito en plena calle que...en fin, digamos que Roma tiene otros atractivos más notables.

Es una lástima que el Vaticano sea tan chiquitín que tan siquieras hayas advertido que el mapa acaba de cambiar para acoger, entre los visitados, al país más pequeño del mundo. Qué pequeño pero qué poderío, qué estampa desde la Cúpula, qué piernas más duras tras los más de 300 escalones. Como el Papa no aparece te tienes que conformar con el entierro de un Cardenal y...

Espectacular. Roma es espectacular. Y qué mejor que rematar la faena con otro espectáculo que Rynair gentilmente te ofrece. Como vas en ventanilla puedes ver que estamos a pocos metros del suelo, a punto de tocarlo, y de repente se encienden motores con gran estruendo, el reprís del acelerón hace que las cabezas choquen contra el respaldo, algunos gritos y muchas caras pálidas, el avión vuelve a tomar altura. Una azafata nos comunica amablemente que le gustaría indicarnos qué ha pasado pero que no lo sabe, cosa que tranquiliza un montón. Hay gente que no sabe apreciar estos detalles, pero yo disfruté de un paseo por la Castellana como antes nunca la había visto (para respetar el momento de tensión de algunos miembros del pasaje -entre los que se incluye alguno con generosa memoria- no saqué la cámara de fotos para no parecer frívolo en momento tan delicado, ahora que sé que íbamos a sobrevivir ...!cómo me arrepiento!)
No hay comentarios:
Publicar un comentario