Te recogen en un furgón en el que te llevan al centro de la ciudad para coger un bus que pasa de nuevo por la puerta del hotel y que, finalmente, te lleva al puerto de Sliema. Puerto al que podríamos haber llegado andando desde el hotel en mucho menos tiempo.
Cuántas cosas os podría contar si hubiese atendido y entendido al guía del barco, pero ni lo uno ni lo otro, prefiero no plantearme qué es causa y qué es consecuencia.
Lo más fotografiado en La Valeta es el imponente perfil que ofrecen las ciudades que tienes al otro lado de la estrecha lengua de mar que nos separa, son las Tres Ciudades: Vittoriosa, Senglea y Cospicua (en la foto). En ellas se asentaron inicialmente los Caballeros de Malta por lo que sus fortalezas, palacios e iglesias son más antiguos que los de La Valeta. Como el barco no para, y el agua debe estar fría, te quedas sin ver las ciudades por dentro. Pero no te importa porque en popa vas tomando el sol tan ricamente, y te vas quemando la cara sin sospechar que en febrero también puedes coger el tonillo de nariz-fresón-de-huelva.
Tras 90 minutos de minicrucero te llevan al puerto del que saliste (Sliema) y tardas 5 minutos en volverte a montar en un taxi acuático para regresar a La Valeta.
Tras encadenados fracasos por comer el plato tradicional (conejo) hacemos una concesión a la comida maltesa. Un plato degustación hunde la presentación gastronómica de la isla. No quiero yo decir que en Malta se coma mal, pero aquello estaba asqueroso. Y, por hacernos los cultos, nos metemos en la Biblioteca Nacional (estilo Harry Potter) y el bibliotecario nos riñe de mala manera por flanquear la fina línea que separa a los visitantes de los investigadores, y ni yo me atrevo a sacar la cámara por miedo a una severa represión de tan malhumorado caballero de Malta.
Desembarcas en Sliema y te vas hasta St.Julian por la playa. Con el contradictorio término de "Playa Rocosa" los malteses confunden al turista veraniego y los hay que, llevados por el engaño, han intentado echar aquí unas palas acabando con los pie hecho jirones y con varios dedos rotos. Eso sí, la espectacular transparencia de sus aguas lo compensa, además han tallado una especie de piscinas en las rocas que tienen muy buena pinta para permanecer en remojo sin las infinitas amenazas que te acechan en mar abierto (en ambas fotos puedes ver al fondo Portonasso Tower).
Aunque cierta dosis de tensión se puede echar en falta en el SPA, así que sacas tu cámara (expresamente prohibido) y te pones a hacer tu "Especial Balneario". Pero ni te pillan ni ná, así que sin pena ni gloria os lo muestro desde dentro.
Y ya, metidos en Cuaresma, te despides del país. Malta está muy bien para un finde largo, no da para más... a no ser que te quieras venir en verano a pasar calor, a hacer submarinismo, a emborracharte como un hooligan, o a partirte los pies jugando en la "playa" a las palas. Además, me temo que en verano no te podrías permitir el Hotel que hemos disfrutado cuyo nombre no voy a desvelar porque, aunque me lo han suplicado, no pueden sufragar el coste promocional de salir en este blog.
Hasta la próxima, amiguitos. O dicho en maltés ... Sakemm il-vjaġġ li jmiss ¡ (menos mal que son bilingües).
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