Tenía media horina pa cambiar de avión en París y el avión salió con retraso de Madrid. Le dije a la azafata...perdón, a la asistente de vuelo, que me pusiera al lado de la puerta de salida para no perder tiempo. Quizá porque me entendió que me tenían que trasplantar de urgencia un riñón (la conversación fue en francés) me sentó en primera clase. Me dieron crepes y jamón para desayunar, y, por el exceso irracional de consumo, todas las asistentas (de vuelo, claro) intuyeron que yo no era de los que viajaban en primera clase con regularidad. Aterrizó, salí corriendo por el aeropuerto, y a las 13:37 estaba en la puerta de embarque, que cerraba a las 13:35. Pero...mirá que suerte, el vuelo se retrasó una hora. Aunque esperar en ese aeropuerto-invernadero sin aire acondicionado iba a ser un suplicio. Lo fue. El vuelo salió con un retraso de 4 horas y con una señora grande y gorda (y mu negra) que me impedía el acceso al pasillo para estirar las piernas.
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