sábado, 8 de enero de 2011

Utrecht

Desayunar en el hotel cuesta 22 €, imagínate el bufé. "Creo" que estaba incluido en el precio...y ese verbo puede resultar, que lo sé, muy traicionero. Realmente el único que me lo ha garantizado (con gestos) es un camarero que después me ha dicho sin ton ni son: "el cóndor pasa" testimoniando así, eso cree él,  que sabe español. Tiemblo por lo que me pueda venir (cargado a mi tarjeta). En fin, que nos hemos puesto bien, sobre todo yo.

 Si te vas a una estación de tren donde no hay nadie que te atienda  sino unas máquinas expendedoras que hablan en neerlandés posiblemente te pasarán dos cosas de signo contrario. La buena es que como no te enteras no pagas, la mala es es que coges el tren en sentido opuesto al que querías. Esta última ircunstancia te obliga a bajar en una estación con gente, la de Shiphol, y allí ya te entonan hacia donde tú quieres ir (pero esta vez pagando). En el trayecto, en contra de lo que pudieras pensar, no hemos visto ni vacas, ni tulipanes ni molinos: ha sido un idílico transitar por polígonos industriales.

Utrecht es una ciudad que te suena por un Tratado que algún día estudiaste en historia pero del que hoy no sabes nada más que eso, que te suena. Está todo petao de gente porque no hace mucho frio, es sábado y hay rebajas. Lo más interesante de la ciudad es su catedral: hace años un huracán se llevo enterita la parte delantera, así que sólo queda la parte posterior y la Torre, tan grande que incluso puede haber ganado monumentalidad con el cacho que le falta por lo que el viento se llevó.

Si sigues el paseo posiblemente no pasará mucho rato antes de que llueva con fuerza, y como pasas por otra iglesia te acoges a sagrado y, sin venir a cuento, te topas con Zapatero en brazos de la Virgen María. Quizá en la foto no se recoge toda la esencia, pero ya te digo que ninguno de los presentes en tan inédita revelación hemos dudado de su identidad.

En Amsterdam hay bicis por todos lados,  en Utrecht sólo se ven circular bicis. Al menos en el centro. Es entretenido sentarse en una terraza y esperar a que el viento tire una bici para ver si el efecto dominó hace caer a todas las demás. Y con tan intrigante divertimento regresamos a Amsterdam.

Como ya no pillamos abierto el museo de Vang Gogh, hacemos comida/cena con el jamón extremeño porque, aunque aquí hay comida rápida (y barata) por todos lados, tenemos interiorizado el Síndrome de Noruega (donde un sandwich con una cerveza nos costó 30 euros), así que nuestro jamón nos acompaña siempre. En ese momento me encuentro ahora, todos los insensatos dormidos hasta la hora de poner dirección al desenfreno bullicioso de Amsterdam Night, y yo, que me debo a mi público, aquí con esta tarea. Mañana más.

PD. Me escribís al email diciendo que los comentarios no entran. Esto ya ha pasado otras veces, alguien me dijo algún día que desde su PC solo entran cuando le da dos o tres veces al "enviar", pues eso, si quieres... insiste.

3 comentarios:

  1. Bueno, hay que ver a algunos lo que le cunde el tiempo. Ya veo k todo bien aunque quizás os vendría mejor otra estación para visitar esa ciudad. Muchos besos desde Chile.

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  2. Esos escaparates YA ¡

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  3. Esos cigarritos ya!!

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